La noche había caído y ella se sentía sola. Entró a su habitación se quito la ropa que llevaba a toda prisa, sin dejar caer las pruebas de sus ojos. Se puso lo que ella llamaba la ropa de estar en casa y se fue a su refugio, su cama. No hacía mucho frío pero se tapó hasta arriba con su grueso edredón, y una vez ahí, fuera del alcance de todas las miradas de personas extrañas, se puso a llorar, y no dejó que las estrellas la miraran para así seguirlas engañándolas y que sólo tengan presente la sonrisa en su cara. Su corazón latía con fuerza, y unos ruidos desgarradores salían de su boca, no podía para de llorar, sus ojos estaban completamente llenos de lágrimas, su rostro sólo reflejaba tristeza y soledad.

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